LA PSICOLOGÍA Y SU OBJETO La ciencia psicológica tiene en nuestro tiempo una gran complejidad. Se ha propuesto, en alguna ocasión, como preferible la expresión “ciencias psicológicas”, en plural, a su versión en singular. La razón es que, ocupándose fundamentalmente del estudio de los comportamientos humanos -dejado a un lado el ámbito de la conducta animal, hoy ampliamente en manos de la etología-, hay muy grandes diferencias entre los múltiples campos de la actividad humana, y una amplísima variedad de técnicas y métodos con los que se los aborda. Sin embargo, por debajo de tal variedad, hay un cierto concepto común al que volvemos siempre que nos hallamos ante la necesidad de adoptar una definición. La psicología, de modo consistente a lo largo de un siglo, viene siendo definida como la ciencia del comportamiento con que el hombre realiza su vida y se ajusta a su medio, y –y este añadido se ha tornado central en los tiempos recientes- de los procesos mentales que hacen posible aquél. El hombre es una realidad dinámica, abierta a su entorno o circunstancia, y forzada a ir construyendo su existencia en vistas de esa misma circunstancia. Las grandes intuiciones filosóficas del siglo XX Ortega, Heidegger coinciden en advertir que la índole propia del hombre es de tipo estructural: el hombre es siempre yo-viviendo-en-un-mundo, yo-y-mundo, o In-der-Welt-sein, del Dasein existencial. Precisamente la actividad que liga a ambos términos constituye la conducta, y tiene por eso ésta un lugar central en la realidad humana: pues por ella nos constituimos a nosotros mismos, en ella el mundo adquiere sus efectivos valores funcionales, y a su través vamos también construyendo el mundo intersubjetivo en torno. En el horizonte de la conducta es donde hay que interpretar tanto al hombre como a su mundo. Pero la acción humana, y la reacción mundanal, no sólo son acciones físicas, reales, sino acciones con ‘sentido’ o ‘significación’. Sentido y significación no son propiedades materiales, físicas, de los actos: son ‘valores’, interpretaciones que el sujeto descubre y estima en los elementos del acto, resultado de su posición relativa al ‘proyecto’ o modelo mental de nuestra existencia con que comparamos al mundo y a nosotros mismos. No sólo nos movemos y nos comportamos con cosas, sino con las ideas y sentido que damos a nuestra existencia. Ello es el resultado de la intervención de la mente en
LA PSICOLOGÍA Y SU OBJETO La ciencia psicológica tiene en nuestro tiempo una gran complejidad. Se ha propuesto, en alguna ocasión, como preferible la expresión “ciencias psicológicas”, en plural, a su versión en singular. La razón es que, ocupándose fundamentalmente del estudio de los comportamientos humanos -dejado a un lado el ámbito de la conducta animal, hoy ampliamente en manos de la etología-, hay muy grandes diferencias entre los múltiples campos de la actividad humana, y una amplísima variedad de técnicas y métodos con los que se los aborda. Sin embargo, por debajo de tal variedad, hay un cierto concepto común al que volvemos siempre que nos hallamos ante la necesidad de adoptar una definición. La psicología, de modo consistente a lo largo de un siglo, viene siendo definida como la ciencia del comportamiento con que el hombre realiza su vida y se ajusta a su medio, y –y este añadido se ha tornado central en los tiempos recientes- de los procesos mentales que hacen posible aquél. El hombre es una realidad dinámica, abierta a su entorno o circunstancia, y forzada a ir construyendo su existencia en vistas de esa misma circunstancia. Las grandes intuiciones filosóficas del siglo XX Ortega, Heidegger coinciden en advertir que la índole propia del hombre es de tipo estructural: el hombre es siempre yo-viviendo-en-un-mundo, yo-y-mundo, o In-der-Welt-sein, del Dasein existencial. Precisamente la actividad que liga a ambos términos constituye la conducta, y tiene por eso ésta un lugar central en la realidad humana: pues por ella nos constituimos a nosotros mismos, en ella el mundo adquiere sus efectivos valores funcionales, y a su través vamos también construyendo el mundo intersubjetivo en torno. En el horizonte de la conducta es donde hay que interpretar tanto al hombre como a su mundo. Pero la acción humana, y la reacción mundanal, no sólo son acciones físicas, reales, sino acciones con ‘sentido’ o ‘significación’. Sentido y significación no son propiedades materiales, físicas, de los actos: son ‘valores’, interpretaciones que el sujeto descubre y estima en los elementos del acto, resultado de su posición relativa al ‘proyecto’ o modelo mental de nuestra existencia con que comparamos al mundo y a nosotros mismos. No sólo nos movemos y nos comportamos con cosas, sino con las ideas y sentido que damos a nuestra existencia. Ello es el resultado de la intervención de la mente en
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